miércoles, 25 de abril de 2007

La carrera de ser cubano.

Decía Luis Muñoz Marín que “ser cubano es una carrera”. El siguiente texto de un mensaje anónimo que circula por internet, cambia radicalmente el enfoque del líder puertorriqueño. El email nos relata la ‘carrera’ del cubano antes, durante y después de su salida de Cuba. Escrito en términos populares, se reproduce aquí porque toca algunos mitos y realidades que debe enfrentar el cubano al salir de Cuba, a caballo entre la lucha por la supervivencia y la conservación de la identidad. Agapito Prieto
La carrera de ser cubano
Vivir fuera de Cuba no es jamón. Sí señor, no sé quién inventó esa trova de que te esperan en el aeropuerto para entregarte tu primer millón. Yo todavía estoy esperando que me pasen la pasta que dicen en Cuba que la CIA le paga a los que se van de allá. Lo que sí he aprendido es que hay varias etapas por las que se pasa y son, más o menos, como a continuación te cuento.
La primera etapa es la de la obstinación. Todavía estás en Cuba. No tienes claro dónde vas a aterrizar, pero no importa, siempre que no veas más nunca un camello ni pases el verano sin ventilador. Es la etapa de la cuerda floja. Del querer y no querer y del billí-billó. Que si me voy, que si no me voy.
Los uniformados funcionarios de inmigración, con cara de tranca y muy malos modales, te hacen conocer que las cosas pueden ser peor aún. Viene la maratónica espera: la carta de invitación, la tarjeta blanca, la liberación, el pasaporte..... El final de esa estapa es conseguir un botero que te lleve al aeropuerto con tu familia, porque te descuidas y llegas tarde para el vuelo.
Ha sido un camino largo y difícil. Todavía en el aeropuerto, algo te pudiera pasar y ponchársete el viaje. Los funcionarios de Inmigración, embutidos en su uniforme verdeolivo, aún te hacen temblar. Pero finalmente llega el momento de la ventanilla.
Momentos de tensión, de te quiero, de ay y de suspiro. El guardia lee de punta a cabo el pasaporte como una novela, (¿qué información secreta buscará?) Mira 40 veces al espejo que tienes a tu espalda, (¿será para vacilarte o para ponerte nervioso?). Sudas frío y por poco te meas.
-- ¿A dónde vas? ¿Por qué? ¿Visita por tres meses? ¿Y vuelves?-- Sí compañero, por supueeeesto! (Sí, espérame sentado, cacho 'e verraco)
Finalmente, el cuño... Ay el cuño, coñoooooooo!!! Y ahora ¿por qué el avión sale con retraso? Seguro que es por mí. ¡Usted veráaaa! Seguro alguien se enteró de los 40 fulas que le di al director por la firma de la liberación.... No te quejes tanto, chico, que si taita Julián hubiera podido comprar su carta de libertad por 40 dólares, la historia de Cuba hubiera sido otra...
Cuando el avión finalmente despega se te vuelve el alma al cuerpo. Es entonces la hora del papelazo. ¿Cómo se cierra el cinturón? No pides otra cocacola no vaya a ser que "no te toque" o que la aeromoza te dé una mala contesta.
Y así, soltando ariques, llegas al otro lado del charco. Y siguen los papelazos y las guajiradas. Te cuesta trabajo aprender a usar un celular, entender qué cosa es un seguro, sacar dinero de un cajero automático que para más jodienda llaman cash machine. Al final acabas aprendiendo a no meter la tarjeta al revés.
El mundo es tan lindo. Te deslumbran los autos nuevecitos, las mujeres maquilladas, los hombres de cuello y corbata en el banco. En Inmigración (la otra era Emigración), aunque no te quieran, te tratan con respeto.
Por primera vez pasas de las 120 libras, pues te haces las tortillas con 10 huevos y empiezas a tomar malta con leche condensada. ¿Cuánto puede durar esta nueva etapa? No sé, pero aún no quieres ver a Cuba ni en fotografía y escribes en los foros que no te hacen falta los amigos del barrio.
El aterrizaje lleva más tiempo de lo que muchos creen. Y ahora sales a buscar trabajo. Y pasaron una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete semanas, y no encuentras ni una pincha de sepulturero.
Conoces la ciudad de arriba abajo y no has hecho ni un amigo. ¡Te empieza a molestar la soledad y no hablar tu idioma! La nostalgia te tiende la trampa. Empiezas a pensar en la vieja, en el barrio, en la mesa de dominó. En los negrones que al pasar las muchachas decían cochinadas y hoy piensas que son piropos. ¡Qué simpáticos esos muchachos y qué diferentes a estos rubios que no tienen sangre en las venas! No basta con tener ojos azules y medir 1.80...
Una vez escuché Radio Reloj on line. Eran las 6:30 de la mañana en Cuba. Podía ver a mi viejo levantarse e inundar la casa con el aroma de café que, aunque fuera chícharo, en ese momento no querría uno mejor. Estuve como media hora oyendo el tictac que me despertó cada mañana de mi vida. ¿Me creerías si te digo que rompí a llorar?
Es la morriña. Empieza cuando llega tú único amigo por el resto de tus días: el gorrión. Tarda pero llega. Y llega para quedarse. Un 31 de diciembre, o el día de las Madres te preguntas: ¿Y qué coño hago yo aquí? Los recuerdos te acorralan y te sacan sangre. Reconoces lo lindo que es tu país y su gente y lo harto que estás de la nieve.
Descubres a Lecuona, Matamoros y a Cuní. Tu libro de cabecera se llama: "¿Dónde está mi Habana?” En tus cedés están El Bola, la Bourke y hasta Maria Teresa Vera. En tus DVD, Buena Vista Social Club.
Idealizas una Habana que sólo existe en tu corazón, diferente a la mía o la de otros. La palabra "asere" ya no te suena fea. Usarás más y más dicharachos criollos que te diferenciarán del resto de la gente en este país.
Porque ahora quieres ser diferente, es más, hacer saber a todos tuorigen. Y te fajas con los que digan pestes de tu patria. Te fajas con los comemierdas que dicen que la salsa no es el son o discuten que la salsa es apenas eso que llaman New York Style. Y tú dices, terminante: Caballero, la salsa se baila sólo de dos maneras, bien o mal. Y palapín.
Y entonces llega la última etapa: la resignación. Cuando dos cubanos se encuentran, la primera pregunta es: ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Como si estuvieras en prisión. Porque es verdaderamente una condena no estar en tu tierra.
Entiendes de una vez que los que estamos fuera, necesitamos más de los que estén allá que ellos de nosotros. Sus problemas se resuelven mandando unos dólares, lo que necesitamos nosotros no cabe en un paquete de correos.
Llega, finalmente, la esperada primera visita a Cuba. ¡Qué desilusión! Estás allá y ya no eres de allí. No conoces al grupo de moda, ni sabes a dónde va la ruta 222 o qué novela están poniendo en la tele. La Habana te es más ajena que Hong Kong....
Al segundo día, si no fuera por la familia, quisieras volver a casa. ¿A casa?!!! ¿Pero no era esta tu casa? No perteneces a ningún lugar. No existes, todo es un espejismo. Como dice la canción: "No eres ni de aquí, ni de allá".
Ser cubano es una carrera muy larga que va por diferentes caminos, y tú escogiste el más difícil. En el aeropuerto, al regreso, esa vez no te harán tantas preguntas. Las preguntas te las vas a hacer tú... Si yo lo hubiera sabido antes. Tarda tiempo y muchas lágrimas entender cuál es nuestro verdadero lugar.
Quizás hasta el momento no hayas vertido una lágrima, o quizás sí. Pero si ya se ya se te salió el lagrimón o estás a punto de soltarlo, te diré como decía una vecina en mi barrio de Luyanó: "¡Eso no es na, prepárate pa lo que viene!"

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